Sobre la obsolescencia de los trabajos

Columna de opinión del profesor Enrique Dans en relación a su particular visión sobre el futuro del trabajo en el mundo desarrollado y sus posibles consecuencias sociales

     Comentarios
     Comentarios

No creo que sea necesario decir que no tengo nada en contra de los cajeros de supermercado y que me parecen un empleo perfectamente digno: es, simplemente, un ejemplo algo más actualizado que el de las antiguas cadenas de montaje como la de la imagen, de Ford en 1913, el prototipo de trabajo deshumanizante y alienante en el que una persona repite una operación de manera constante durante horas.

La mayoría de las cadenas de montaje entendidas como tales han sido o están siendo sustituidas por robots, incluso en países como China que solían caracterizarse por costes laborales unitarios bajos

La mayoría de las cadenas de montaje entendidas como tales han sido o están siendo sustituidas por robots, incluso en países como China que solían caracterizarse por costes laborales unitarios bajos, por una razón muy sencilla: la sustitución genera no solo mucha mayor productividad, sino además, un número de errores incomparablemente menor.

El avance no siempre es lineal y sencillo, no hay que olvidar los intentos de mecanización radical en algunas compañías que chocaron con problemas de diversos tipos y fueron temporalmente pospuestos, pero es un camino indudablemente sin retorno: los operarios de cadenas de montaje, como todos los trabajos de la categoría conocida como 4D por sus iniciales en inglés – aburridos, peligrosos, deshumanizantes o degradantes – y muchos otros en otras categorías que no consideraríamos como tales, están experimentando un proceso de sustitución y mecanización que no es posible impedir, y peor aún, que no tiene ningún sentido intentar impedir.

mantener a personas haciendo trabajos que una máquina haría mejor, más rápido y con menos errores es completamente absurdo

Plantarse ante la mecanización y pretender mantener a toda costa los puestos de trabajo, por mucho que la idea pueda sonar atractiva para muchos políticos, es simplemente un absurdo conceptual: mantener a personas haciendo trabajos que una máquina haría mejor, más rápido y con menos errores es completamente absurdo, es crear bullshit jobs, y no tiene sentido hacerlo simplemente con la excusa de tener a la gente ocupada. En un entorno de destrucción continua de puestos de trabajo, los puestos de trabajo generados ya no pueden ser un indicador de bienestar, porque es claro y evidente que nos dirigimos hacia sociedades en las que van a ser necesarios muchísimos menos puestos de trabajo para proporcionar los mismos productos y servicios. Es un problema de medir la economía con métricas erróneas. Y sin duda, un problema que hay que solucionar, porque está generando muchísima insatisfacción, frustración y crisis.

Pretender proteger los puestos de trabajo a costa de retrasar la adopción de determinadas tecnologías es como hacerse trampas al solitario.

Pretender proteger los puestos de trabajo a costa de retrasar la adopción de determinadas tecnologías es como hacerse trampas al solitario. Es, como decía aquel antiguo anuncio de IBM, como plantearse dar a los trabajadores herramientas inútiles o absurdamente improductivas, con el fin de que sean necesarios más trabajadores para hacer una misma tarea. Cuando veas políticos obsesionados con la creación de puestos de trabajo, plantéate hasta qué punto no se están preocupando de la métrica errónea.

Lo que hay que plantearse es qué vamos a hacer con una sociedad en la que el trabajo deja de ser una necesidad, porque menos personas con más tecnología generan todo lo que la sociedad precisa, y en la que, por tanto, el trabajo es algo que se convertirá en algo deseable, pero no imprescindible. Si queremos evitar que una parte cada vez más significativa de la sociedad caiga por debajo del nivel de la pobreza y se revuelva contra una sociedad que considera injusta y cada vez más desigual, habrá que pensar de qué manera se puede asegurar un ingreso incondicional que libere a las personas de la preocupación por la supervivencia y les permita plantearse si quieren tener un trabajo, qué tipo de trabajo quieren tener, cómo tienen que formarse para el mismo o cómo pueden plantearse aportar un valor a la sociedad que alguien quiera pagar.

Despolitizar la discusión resulta fundamental. Que la renta básica incondicional haya sido considerada anteriormente por algunos como una forma de «atontar al pueblo» para que no se rebele, como una manera de reducir el tamaño del estado eliminando las funciones de vigilancia, o cualquier otra idea similar únicamente implica que ese tipo de análisis estaban hechos antes de que innumerables ensayos llevados a cabo por múltiples países e instituciones en ese sentido demostrasen que la posibilidad de que un sistema así cumpla sus objetivos no es ninguna locura, sino una realidad.

En el futuro, el concepto de trabajo será completamente diferente, y se parecerá mucho más a algo que apetece tener frente a algo indispensable para no morir de hambre.

Obviamente, existen problemas que habrá que solucionar, cuestiones que afinar, habrá que plantearse cómo lidiar con el efecto frontera o la atracción de la inmigración hacia países que ofrezcan una renta básica incondicional a sus habitantes, pero aunque complejas, no son cuestiones insolubles. Solo hace falta apertura de miras y voluntad. Estamos hablando de uno de los efectos más importantes que el desarrollo tecnológico ha aportado a las sociedades humanas, y empeñarse en ver ese fenómeno con una mentalidad negativa no aporta nada.

En el futuro, el concepto de trabajo será completamente diferente, y se parecerá mucho más a algo que apetece tener frente a algo indispensable para no morir de hambre. Como consecuencia, muchos de los trabajos que hoy hacemos nos parecerá completamente alucinante que fuesen realizados por una persona. ¿Cuanto falta para ello? Depende de hasta qué punto seamos capaces, como sociedad, de entender y racionalizar ese concepto.

Autor: Enrique Dans

Profesor de Innovación y Tecnología, IE Business School, desde el año 1990

Senior Advisor on Innovation and Digital Transformation at IE Business School since September 2016.

Doctor (Ph.D.) en Management (Information Systems), The John E. Anderson
Graduate School of Management at UCLA (1996 – 2000)

Comentarios