Macri es hambre: eligiendo la gloria del pasado o la implacable pobreza del presente

Columna de Opinión del Economista Germán Fermo, Director de MacroFinance y Head of Strategy, IEB

     Comentarios
     Comentarios

El túnel del tiempo. Venimos de un pasado glorioso donde existían rutas que no nos llevaban a ningún lado, monjas que no eran monjas, monasterios truchos que operaban como cuevas y funcionarios que en vez de contar plata, la pesaban con absoluta impunidad y a la vista de todos. Ese mismo pasado tan lleno de gloria y esperanza, que andaba por la vida revoleando bolsos repletos de dólares hoy pretende mostrarse como el supremo salvador de los pobres, una especia de versión autóctona y sumamente criolla de Robin Hood. Ese mismo pasado plagado de éxito se rifó la suba de commodities mas enorme que hayamos tenido desde la Segunda Guerra Mundial, de una soja en 600 no quedó nada, ni infraestructura, ni salud, ni reservas. La solapada gloria de ese tiempo, sólo nos dejó el comercio internacional con Angola para un presente que intenta hacerlo con la Unión Europea. En ese mismo pasado lleno de éxito se priorizaba al fútbol para todos y al infaltable choripán por sobre un libro, un hospital o una escuela y se definía como derecho adquirido al consumo gratuito de servicios públicos como si no costasen nada, como si fueran infinitamente abundantes, como si dicha actitud no nos condenase a un crónico déficit de energía y pérdida de dólares, resultando en cepo cambiario.

En ese mismo pasado tan brillante, una generación entera dejó de concebir al trabajo individual como la única forma de dignificarse y se convirtió por el contrario en sumiso servil de un aparato clientelista y comprador de voluntades a cambio de unas pocas migajas. En ese mismo pasado me relataban que en Peronia había menos pobres que en Alemania, que la inseguridad era sólo una sensación, que la droga no era un problema argentino, que la inflación no existía y que a los pobres era mejor ignorarlos porque si se los contaba, se los estigmatizaba. En ese mismo pasado, el Congreso celebró con aplausos y carcajadas un default soberano que todavía estamos pagando, prometiendo no repetir el error aun cuando 18 años después esa misma herencia vuelve a coquetear con idéntica y redundante insensatez. Y para culminar, ese mismo pasado repleto de gloria y esperanza se comió nada más y nada menos que a un fiscal de la nación.

Resulta entonces irónico y a la vez inverosímil que ese mismo pasado en tercera persona sea el que hoy le reclama arrogantemente al presente acerca de los problemas que padecemos, como si no hubiese gobernado por largos e interminables años, como si no fuese responsable supremo del lamentable estado en el que hoy nos encontramos. En ese pasado lleno de augurio y felicidad simplemente se subsidió consumo coyuntural hipotecando al futuro entero de todo un país. Hoy seguimos disfrutando la gloria de ese pasado que nos obliga a cuestionar: ¿seremos esta vez, lo suficientemente pobres de espíritu y convicción como para abortar un proceso imperfecto de cambio pero cambio al fin y retornar a la bonanza anterior? Esta elección determinará con cristalina claridad si somos un rebaño obediente de ovejas esclavas del pasado o algo un poco más que eso.

Un pasado ostentosamente rico y sospechado le habla de sueños a un electorado empobrecido. El drama de nuestra pobreza no termina en una cifra fría del INDEC. Primero, la gloria del pasado nos condenó a ser pobres de república, de institucionalidad, de legalidad, de metas de largo plazo, de concebir al esfuerzo como requisito ineludible para el éxito de una nación entera. Segundo, ese mismo pasado nos condenó a ser pobres de paciencia. Exigimos resultados inmediatos a un presente que como puede intenta cambiar nuestro eterno sendero de decadencia a la vez que pasivamente permitimos por una década entera el mayor despilfarro fiscal de la democracia argentina. Tercero, ese mismo pasado lleno de esperanza nos empobreció de justicia y de memoria, un fiscal “se suicida” y casi que ya nos olvidamos del evento. Cuarto, quedamos pobres de cuestionamiento, escuchamos una y otra vez a un hombre todo vestido de blanco plagado de obsecuente populismo y condescendencia, pero sin embargo lo veneramos como si fuera Dios. Quinto, la gloria del pasado nos dejó pobres de respeto al prójimo, sólo basta con que algo nos frustre en lo personal para piquetear al resto de la sociedad a cambio de un chantaje social. Sexto, ese mismo pasado nos dejó pobres de autocrítica y sentido común. Observamos pasivamente cómo la Argentina era arrasada y hoy por obra de la magia queremos saltar al bienestar inmediato sin hacernos cargo del despilfarro que se autorizó con la complicidad de un voto obediente y a la vez irresponsable. Séptimo, ese mismo pasado lleno de gloria y brillo nos dejó pobres de dignidad porque disfrutamos pedir prestado para defaultear más tarde echándole la culpa siempre al otro. Pero por sobre todo, ese pasado nos hizo pobres de utopías, ese pasado cercenó nuestra capacidad de imaginarnos un futuro mejor y posible. Un país pobre en sueños, es un país que simplemente, dejó de existir.

La pobreza más extrema no radica en lo material, la manera más cruel de empobrecer a otro es secándolo de intelectualidad: mucho fútbol y muy poco libro. La utopía probablemente sea mi mecanismo de defensa hacia la no aceptación de una realidad que no me gusta porque siento que es mejorable. Va llegando el tiempo entonces de plantearnos si queremos seguir pululando en este siglo atrapados en la permanente irrelevancia de lo coyuntural o fijarnos una meta superior, un resultado que madure en la generación siguiente. ¿Qué tal si como hizo la sublime generación del 80 nos animamos otra vez a la utopía de lo inalcanzable? ¿Queremos ser sólo una pequeña nación condenada siempre a hablar del dólar blue, del PBI a tres meses y del fútbol? No es utópico plantearnos como principal objetivo desterrar al populismo a través de la educación. Esos futuros chicos ricos de intelectualidad, ¿votarían al mismo pasado lleno de gloria, ese que todavía amenaza con volver? Hoy somos sólo esto, la gloria del pasado nos dejó así de pobres, pero podemos ser mucho más, depende de nosotros y les recuerdo: comenzamos a votar en breve. Involúcrense.

Comentarios