Los mayores y sus hábitos tecnológicos

Columna de opinión del profesor Enrique Dans sobre los mayores y su relación con los avances tecnologícos

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La llamada tercera edad es un término con un significado variable tanto a lo largo del tiempo como a través de las diferentes culturas, y esa variabilidad parece estar incrementándose a medida que alcanzan la edad de jubilación los llamados baby boomers, que se acostumbraron a vivir ya una parte significativa de su vida en un entorno sometido a rápidos cambios.

Del mismo modo, su relación con la tecnología está evolucionando de manera notable. Algunos de los estereotipos clásicos sobre las dificultades de los mayores para utilizar la tecnología llevan tiempo resquebrajándose: por un lado, la propia tecnología intenta, a través de diseños e interfaces con accesibilidad mejorada que tratan de paliar algunos de los efectos de la edad y de funcionalidades pensadas para lidiar con problemas como la mayor incidencia de caídas, acercarse a un mercado que crece en la mayoría de los países a medida que lo hacen las estadísticas de longevidad y la pirámide demográfica se invierte. Indudablemente, algunas tendencias actuales, como la de la cuantificación de parámetros de la salud, pueden tener mucho sentido aplicadas a un entorno como el de los mayores, en el que algunas variables pueden sin duda beneficiarse de un control más exhaustivo o permanente.

Pero más allá de este tipo de temas, surge también una actitud más positiva o positivista en el propio segmento: comunidades enfocadas a mantener la actividad como clave para mantener la calidad de vida, a facilitar la actualización tecnológica, o incluso llegando a promover el emprendimiento entre los mayores. The Economist habla incluso de mayores niveles de obsesión con los dispositivos entre determinados segmentos de mayores que entre los jóvenes, en un fenómeno de sustitución de un ocio pasivo como el de la televisión por uno más activo y vinculado a ordenadores, tablets o smartphones. Para muchos mayores, las redes sociales implican poder mantenerse mejor informados sobre las actividades de su familia y amigos, una forma de paliar el sentimiento de soledad que en muchos casos tiende a incrementarse en esa etapa de la vida. Algunos hábitos de seguridad básicos, como el uso de gestores de contraseñas, se pueden adaptar bien a la memoria habitualmente más caprichosa de los mayores con simplemente un poco de adiestramiento. También se han vinculado con la edad mayores niveles de compartición de fake news, un fenómeno que, sin duda, requiere también de cierta atención, adiestramiento y precauciones.

Recientemente, he visto también artículos sobre el fenómeno del gaming aplicado a los mayores, personas que además de tiempo para practicar, se encuentran con que el manejo de los controles del juego y la velocidad con la que suceden las cosas en ellos les plantea un desafío que les hace mantenerse activos, o incluso en algunos casos a prácticamente convertirse en estrellas. Se ha hablado mucho de los efectos cognitivos positivos de los videojuegos, una conversación a menudo injustamente eclipsada por el infundado mito del vínculo entre videojuegos y violencia, y muchos de estos beneficios pueden aplicarse independientemente de la edad del jugador.

La idea, en general, parece ser la de aprovechar una mayor facilidad de aprendizaje debida a la coincidencia de una época en la vida con mayor tiempo libre en la que una gran mayoría no posee aún limitaciones físicas graves debido al incremento de la longevidad, para hablar de la tecnología como una manera de facilitar la integración y el mantenimiento de una vida activa, clave para mantener la calidad de vida en niveles razonables. ¿Ves a tus padres o abuelos liándose a tiros en Fortnite? Pues no lo descartes del todo…

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