Bonos, riesgo país y un rey con frazada corta.

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Herencia M. Que sensación acuciante es no tener a quién votar, todo lo que veo es socialista en Peronia. Decepción es a esta altura una subestimación hacia la lamentable performance de esta gestión socialista que desde inicio de mandato intentó activar una agenda noruega en un país con necesidades africanas insatisfechas, en uno de los episodios de pérdida de tiempo más costosos de la historia argentina. No se puede gobernar por encuestas queriendo satisfacer a todos, sin audacia, sin convicción, sin sinceridad, con populismo creciente, castigando impositivamente a los mismos esclavos de siempre y echándole permanentemente la culpa a los K, a Turquía, a emergentes, a la tasa de 10 años en USA o a Montoto. En una evidente y creciente estrategia electoralista el gobierno del presidente Macri sigue girando bruscamente hacia la izquierda: Peronia se tiñe de amarillo en todos sus frentes.

Nada cambia. No coincido en nada de lo que el abrumador socialismo de este gobierno hace a nivel macroeconómico. Como ciudadano resignado celebro sin embargo, que nos alejemos de un escenario caótico y nos acerquemos a uno de mediocridad asistida, entendido como la necesidad que tendrá nuestra nación de permanecer en estado de eterna ayuda financiera por varios ciclos presidenciales. Lamentablemente, los dólares de inversiones reales no ingresan en países así de inviables, por lo que solo deberemos conformarnos con divisas provenientes de deuda externa que alguna vez habrá que devolver. Sin embargo, la clase política actual está muy cómoda en este estatus quo que hace muy ricos a unos pocos y empobrece al resto, por lo que el “no cambio” quedará plenamente asegurado. Bien en el extremo, toda la dirigencia argentina siempre se une contra las indefensas ovejas de turno a esquilmar, hasta extinguirlas eventualmente. A la hora de subir impuestos e imponer bonos forzosos, todos levantan la mano, todos culminan siendo lo mismo. La cruel combinación de saqueo kirchnerista y socialismo macrista nos condenó a la mediocridad generalizada como mejor escenario posible. Un 2019 con inflación alta, pero desacelerando, con un PBI recesivo, pero pegando levemente la vuelta y un desempleo elevado pero alejándose de los máximos de este año, sería lo mejor que el derrotado gradualismo de Cambiemos podría ofrecerle a la sociedad argentina y aunque suene lamentable, habría que festejarlo incluso. La Argentina de hoy quedó tan chata, que la mediocridad merece ser agasajada.

Como siempre, quedarán para el próximo presidente los cambios que verdaderamente importan: reestructuración fiscal, laboral y previsional, por citar tres. Lo cierto es que de este gobierno no se espera otra cosa que pura supervivencia electoral, así se diluyó el chamullo de cambio con el que empezó todo esto en 2015, convirtiéndolo al día de hoy en un deshilachado slogan fuera de moda.

Una estrategia tan simple como evidente. El único objetivo del plan actual parecería ser el hacer llegar al presidente en forma ordenada y con chances electorales a octubre 2019 por lo que en esencia, todo lo actuado tiene una raíz sumamente cortoplacista y peligrosamente efímera. El rey sigue desnudo, solamente lo tapamos con una frazada bien corta y no me sorprendería que en este entorno la Argentina reciba varias tandas de asistencia que claramente no culminarían en 2020, para que el rey no se resfrié, para que el rey siga de pie. Pero insisto, si el caos es la alternativa a la contundente mediocridad actual, celebro a pesar de todo la calma asociada a esto que intenta ser un equilibrio a un año vista. Este gobierno demostró no estar para nada más, acompañado de una oposición destructiva y de una sociedad que a pesar de todo permanece defendiendo al populismo y a un estado grande y glotón que sigue extinguiendo al sector privado. ¿Cuál es el riesgo de esto? Interrumpir solo por un año un sendero que eventualmente siga sin converger o en criollo: patear la pelota al próximo mandato y teniendo como plan B el teléfono rojo de Mr. Batman. La moraleja es sumamente sencilla y cruel a la vez: hasta que los argentinos no abandonen al socialismo, indefectiblemente seguirán siendo pobres. ¿Qué es lo patético de todo esto? La mediocridad económica podrá alcanzar para ganar la próxima elección pero no resuelve en absoluto el principal drama de nuestro tiempo: pobreza creciente.

Mediocridad económica en dos ventanas de tiempo. Desde abril, Argentina ha exhibido cimbronazos bestiales en sus tres mercados relevantes: monedas, acciones y bonos. De la mano de la devaluación del peso argentino, los mercados de renta variable y fija han colapsado a valores impensados. Merced a un gradualismo ingenuo y sumamente arrogante que ha sido derrotado en todo frente macroeconómico posible y que le ha costado a la ciudadanía argentina una licuación histórica, nuestro país vivió días cuasi-armagedónicos en este segundo semestre que quedará como uno de los más duros de la historia económica argentina. Por suerte, el FMI se apiadó de nosotros y nos tiró una migaja que ha estabilizado a la deficitaria economía argentina por los próximos dos años implicando que el Titanic por el bien de todos ha sido emparchado y llegará sin hundirse hacia el evento populista más relevante de Cambiemos: las presidenciales del próximo año, una elección que a pesar de tanta torpeza será probablemente ganada por un oficialismo que desde hoy mismo estará en plena campaña intentando mantener todo voto posible. De esta forma, las elecciones 2019 serán antagonizadas mediante un slogan sumamente redundante y conocido: la bondad de la mediocridad oficialista vs la maldad potencial encarnada en la oposición. Lamentablemente, la escasa intelectualidad promedio de Peronia no da para mucho más que una elección entre “mediocres potencialmente buenos” y “malos potencialmente destructivos” o entre menos populistas y más populistas. De esta forma, lo único que podrá elegirse el año próximo será el grado de socialismo que estaremos dispuestos a tolerar, no esperen en este contexto entonces, resultados mágicos: la pobreza no va a bajar, por el contrario, seguirá subiendo. Bajo esta deprimente coyuntura, tengo la sensación de que pueden sin embargo, abrirse dos ventanas bien definidas con claros impactos en la dinámica del dólar, tasas, bonos y obviamente, riesgo país. Primera ventana: hasta diciembre 2018. Segunda ventana: desde enero 2019 y hasta las presidenciales. ¿Es posible entonces que Wall Street celebre la mediocridad actual vs el Armagedón potencial de los primeros días de septiembre?

La baja de tasas contagiará a Wall Street de un optimismo potencialmente efímero pero real. Por primera vez desde la crisis de abril parecería que el BCRA comienza a tener en el corto plazo algún tipo de control en la fatídica dupla: tipo de cambio y tasa. Recordemos además que Wall Street percibe al mercado monetario argentino como el principal talón de Aquiles de nuestro sistema y, por lo tanto, cualquier señal hacia una distensión temporaria será claramente bien recibida. Me imagino entonces a un BCRA que irá relajando el nivel de tasas en pesos hacia finales de este año aproximando al 60% en LELIQS e incluso mas abajo y con ello debería generarse una razonable y controlada devaluación adicional que debería llevar al dólar cerca de 40 hacia cierre de diciembre. De esta forma, una dupla dólar/tasa que envíe alguna señal de normalización aun siendo potencialmente efímera, probablemente contagie en forma positiva al mercado de acciones y por sobre todo al de bonos. La conveniente miopía de Wall Street probablemente nos juegue a favor y por un rato se encargará de olvidar la multiplicad de factores que plagarán de incertidumbre a la economía argentina en 2019 implicando un trade partido en dos: largo Argentina hasta diciembre 2018 y luego mucho mas defensivo de caras a un 2019 que promete ser política y socialmente bestial en varios frentes. En esta primera ventana de optimismo navideño sería razonable esperar un CDS a 5 años que intente quebrar los mínimos alcanzados con el cierre del acuerdo con el FMI hacia fines de septiembre de este año. Por entonces, el CDS cotizaba en 525 puntos y sería razonable esperar que intente cerrar el año cerca de los 500. En dicho entorno, los bonos soberanos argentinos podrían traccionar en este corto lapso que resta de caras al cierre de un año que será mejor olvidar lo antes posible.

¿Y después que hacemos? De caras al 2019 y luego de lo que podría ser una razonable recuperación de fin de año de activos argentinos, probablemente observemos a un Wall Street que se pondrá protectiva a la espera de encuestas electorales para un oficialismo que enfrentará un año que en lo que económico dejará todo que desear. Por lo que de caras a esta dinámica podría tener sentido alargar durations sola hasta diciembre de este año y volver a reducirlas bien bicho bolita para transitar un 2019 que al menos y en el mejor de los casos será sumamente volátil para activos argentinos y esto no considera lo que eventualmente pudiera ocurrir en tasas y acciones internacionales de la mano de una economía norteamericana que sigue amagando con entrar en recesión. El Principado de Peronia será por un largo tiempo y en el mejor de los casos, un pequeño e irrelevante terruño de Sudamérica con la frazada bien corta y en permanente súplica de asistencia internacional. Del socialismo no puede esperarse mejor cosa que ésta.

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