Lo que quedó de la cuarentena: una economía empobrecida

Un total de 86.000 rosarinos y 51.000 santafesinos que habían trabajado en el primer trimestre no contaron entre abril y junio con un puesto de trabajo

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Economía y pandemia, no se llevan bien. No pueden llevarse bien. Mientras que la economía implica circulación, movimiento y flujos, la segunda, viene con confinamiento, cuarentena y aislamiento. Lo opuesto. Es por ello que partimos de una contradicción que contiene huellas y marcas. Consecuencias que son inevitables.  

El Aislamiento Social, Preventivo y Obligatorio (ASPO) vigente desde el 18 de marzo pasado impactó plenamente sobre el mercado laboral santafesino durante el segundo trimestre del año. Se trató de un golpe fuerte pero que, a decir verdad, no venía bien desde hace tiempo.

Técnicamente se advirtió una menor predisposición de los individuos por acceder al mercado de trabajo dadas las restricciones que la pandemia impuso en cuanto a movilidad de las personas y el  impacto negativo sobre el desarrollo de las actividades. Traducido en otras palabras, el mercado se achicó porque quien perdió su trabajo optó por abandonar la búsqueda de otra oportunidad.

En los aglomerados Gran Rosario (GR) y Gran Santa Fe (GSF), el 10% de quienes trabajaban o buscaban trabajo a principios de año (de enero a marzo) en el trimestre subsiguiente dejaron de hacerlo. De esta forma, la Población Económicamente Activa (PEA) se redujo, de un trimestre a otro, en 66.000 rosarinos y 24.000 residentes del Gran Santa Fe. Se “retiraron” del mercado laboral. El significativo descenso de las respectivas tasas de actividad de estos aglomerados de la provincia, marca una primera huella en el mercado laboral. 

En efecto, la tasa de actividad en el Gran Rosario, pasó del 48,2% a principios de año al 43%. En tanto que en el Gran Santa Fe se redujo desde 42,8% al 38,2%. A partir de aquí todos los indicadores, que miden las estadísticas laborales, empeoraron fuertemente. 

La desocupación en el Gran Rosario saltó del 12,9% en el primer trimestre al 17,9% en el segundo y en Santa Fe, la situación fue peor, se triplicó: pasó del 6,2% al 20,3%. Semejantes cambios no se veían desde la crisis del 2001.

Concretamente, durante el segundo trimestre se contrajo la población ocupada del Gran Santa Fe en 23,8%, en tanto que en el Gran Rosario la baja alcanzó a 15,5%. Un total de 86.000 rosarinos y 51.000 santafesinos que habían trabajado en el trimestre precedente no contaron entre abril y junio con un puesto de trabajo. En este sentido, puede señalarse qué si bien las políticas gubernamentales para restringir la pérdida de empleos formales fueron efectivas al ralentizar la tasa de salida del mercado, no pudieron contener la “legión” de trabajadores que perdieron su trabajo en el período y en este sentido, los datos de los aglomerados provinciales son elocuentes.

Al añadir, a los trabajadores “subocupados”, es decir a aquellos que queriendo trabajar un turno completo sólo lo hacen por la mitad, y por ende demandan más trabajo, podría deducirse que la cuarta parte de la Población Económicamente Activa de ambos aglomerados registró problemas en cuanto a sus necesidades de contar con un puesto laboral.

Correlato lógico de lo anterior, otra huella, está dada en las estadísticas de pobreza. En la primera mitad de 2020, más del 40% de las personas que habitan tanto el Gran Rosario como el Gran Santa Fe registraron ingresos que los ubican por debajo de la línea de pobreza. Estos indicadores no resultan más que una profundización de las preocupantes condiciones que se advertían un año antes y que no habían evidenciado signos de mejora en el segundo semestre del año pasado.

Al respecto, la crítica situación que atravesó el mercado de trabajo durante gran parte de este primer semestre de 2020 se tradujo no sólo en menores oportunidades, sino también en restricciones para desarrollar las actividades como consecuencia de los cuidados y precauciones impuestos por el ASPO. La contracara de estas limitaciones se tradujo en pérdidas de ingresos que menguaron los de por si exiguos presupuestos familiares.

En otros términos, no sólo se redujo la cantidad de personas que trabajaron durante el período, sino que quienes lo hicieron no pudieron obtener (sobre todo a partir de la segunda mitad de marzo) la magnitud de ingresos del período de pre pandemia. Con parte de la población confinada en sus hogares y con innumerables rubros sin actividad, las oportunidades de generar ingresos se redujeron significativamente, siendo compensadas marginalmente a través de la asistencia gubernamental.

La duplicación frente a similar período de 2019 en la proporción de hogares indigentes tanto en Rosario y alrededores como en el Gran Santa Fe refleja el impacto de este período de aislamiento social sobre aquellos sectores de la población más desprotegidos. En tal sentido, más del 10% de rosarinos y santafesinos no alcanzaron con sus ingresos a cubrir la línea de indigencia, umbral que mide la capacidad de los hogares (y de las personas que los habitan) para acceder a una canasta de alimentos capaz de satisfacer un mínimo de necesidades alimentarias.

En conclusión, las casi 900.000 personas que cobran el Ingreso Familiar de Emergencia (IFE) en la Provincia de Santa Fe, entre ellos los 400.000 beneficiarios de la AUH, los beneficiarios de los programas provinciales: tarjeta de ciudadanía, bolsones de comedores escolares, etc. y la ayuda de las organizaciones sociales: comedores comunitarios, copa de leche, entrega de ropa, etc., constituyen los emergentes de una realidad desafiante que no da lugar a errores. Y demanda urgentes políticas activas productivas que reactiven los motores generadores de riqueza genuina: el trabajo, único vehículo capaz de revertir el dramático cuadro social provincial. Las estadísticas sólo miden la temperatura y gravedad de la situación social describiendo por dónde comenzar.

Cristian A. Módolo es Ex Sub Secretario de Hacienda de la Nación, Presidente de la Fundación de Estudios Políticos y Estratégicos.

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